El caso de Calixto

Viernes, 1 de julio de 2011

Calixto Ortega

¿Hasta dónde las circunstancias pueden corromper a un hombre? ¿Hay chavistas cuya predisposición hacia la maldad es tan débil que en otros país, con una cultura democrática más sólida e instituciones más fuertes, hubiesen sido ciudadanos relativamente decentes? ¿Es difícil, por ejemplo, imaginarse a Calixto Ortega cayendo tan bajo como ha caído si en vez de Venezuela le hubiese tocado legislar en el parlamento inglés, donde las instituciones seguramente hubiesen embridado sus peores instintos -instintos, por lo demás, que no son peores que los de cualquier ciudadano promedio?

Esto es una de las tragedias de Venezuela y de los muchos otros países que han sufrido o sufren régimenes autoritarios. Gente relativamente decente que las circunstancias vuelven indecentes y muchas veces hasta corruptos y delincuentes.

Y no habló de los Tarek El Aissami o los Freddy Bernal o los José Vicente Rángel. Hablo de gente como Calixto Ortega. Gente menos mala que moralmente débil e insegura; menos oportunista y arribista que dependiente y sumisa.

En otro país, bajo otras circunstancias, Calixto ha podido llevar un vida relativamente digna y honesta. Pero en el mundo en el que se desenvuelve, que tiene sus propios códigos y normas, sus propios perversos incentivos, sus propios castigos y retorcidos mecanismos de ascenso, Calixto se ha desplazado, ha sido desplazado, al extremo opuesto de la decencia.

Más tarde:

  • Mi comentario sobre el discurso de Hugo Chávez admitiendo que tiene cáncer.

Teorías sobre la ausencia física de Chávez

Miércoles, 29 de junio de 2011

Autor invitado: Alfredo Tarre Vivas

El Inca Valero

Teoría galena: Desde hace meses el presidente Chávez viene presentando muestras de deterioro físico. Las gripes, la rodilla mala, el supuesto abceso, la obesidad, la cancelación de giras, reuniones, cadenas. En fin, el ritmo de vida parece haber golpeado la integridad física del presidente (lástima que el deterioro mental, igual de evidente, sea mucho más difícil de probar). La teoría galena tiene dos ramificaciones. La primera es que se va a morir. Tiene cáncer, ha presentado metástasis y le queda poco. La segunda es la oficial, una acumulación de pus en el recto que le ha causado comprensibles incomodidades, sobre todo al sentarse, pero que es un simple achaque pasajero. Pronto Chávez volverá a tomar otra vez las riendas de la revolución. Y el recibimiento será apoteósico.

Teoría del regreso triunfal: Para mí la teoría más plausible. El presidente tuvo una enfermedad grave, pero ya está en franca recuperación. El silencio tiene como finalidad la generación de rumores de todo tipo que le darán la posibilidad a él mismo de desmentir con su acostumbrada grandilocuencia. Imaginémoslo:

“El imperio quiso matar a Chávez, ¡pero Chávez sigue aquí! ¡Vivito y coleando! Ya escucharon a los medios de la oligarquía…a la canalla mediática. ¡Me querían ver muerto! Mentalmente ¡me asesinaron! Es enfermizo. Los escuálidos están enfermos. Están podridos. Tienen la mente podrida. ¡No volverán! ¡Mentirosos! ¡Magnicidas! ¡Aquí hay Chávez pa’ rato! ”

Anoche, soñando que Chávez daba este discurso el 5 de julio, me desperté sudando.

Teoría Gadafi (también conocida como la teoría Berlusconi): Sabiendo que se le viene encima un año increíblemente exigente y de infinita exposición pública, Chávez quiere hacerse un retoque para dejar de ser la morsa en la que se ha convertido. El pelo negro azabache sobre la frente arrugada, y el chaleco antibalas cuya verdadera función es hacer de faja, ya no engañan a nadie. Ese hombre al que Naomi Campbell llamó un “toro” quiere volver a rugir. Por eso decidió copiar la receta rejuvenecedora de dos de sus más queridos (y grotescos) amigos: Silvio y Gadafi.

Teoría de la venganza del Inca Valero: En toda la historia carcelaria hay un hecho que difícilmente es aceptado sin debate por la opinión pública, y ése es el del suicidio de un preso. En cualquier plaza de Venezuela se puede escuchar “en la cárcel no se suicida nadie.” Pues bien, era obvio que cuando un desquiciado amigo del presidente pasa semanas inhalando coca en el cuarto de un hotel y, luego de matar brutalmente a su joven y bella novia, se “suicida” en la cárcel, el pueblo tuviera sus dudas. El rumor de que lo habían matado comenzó a circular inmediatamente, incluso lo propagaron fuentes cercanas a la familia. Pero la historia no queda ahí, el rumor de ahora es que el Inca quiere venganza, se quiere llevar a nuestro comandante por haberle traicionado. En Cuba estaría negociando con el Inca un conocido babalao que haría de juez de paz entre el presidente y el boxeador, otrora entrañables amigos.

Teoría del clon (también conocida como la teoría Fidel necesita a un amigo): Se ha llegado a especular que los diez o doce días anunciados para el regreso del presidente, son los días que necesita la inigualable medicina cubana para clonar al presidente Chávez antes de anunciar su muerte que en realidad ocurrió hace mucho tiempo. Fidel, dice la fuente, no quiere quedarse solo.

Otro hombre antes

Martes, 28 de junio de 2011

Hace un tiempo trabajé con un señor ya mayor, colombiano, que era muy bajito, responsable y bondadoso. Siempre andaba de buen humor y era muy religioso, un miembro muy activo de su Iglesia. Una vez hasta me regaló una Biblia. Por mucho tiempo pensé que ese colombianito anacrónico y sesentón, que se llamaba Héctor y tenía un ligero parecido con Chespirito, jamás había hecho una mala acción en su vida.

Luego, un día, conocí por casualidad a un viejo amigo suyo que me contó que Héctor había estado preso un año por “problemas relacionados al alcohol.” Y poco después, un día que llevé a Héctor a su casa, él mismo me contó muy arrepentido que, durante su juventud, había sido muy temperamental. Su esposa lo había dejado (“con razón”) por no poder controlar sus calenteras. No me lo dijo, pero entendí que más de una vez le había pegado a su mujer.

Me enteré de otras cosas raras sobre su pasado. Ahora no las recuerdo, pero sé que lo que ya conté no fue lo único. Lo que sí recuerdo es que en algún momento sentí algo extraño que entonces no me preocupé por definir, pero que ayer, leyendo la última novela (un poco somnífera) de Juan Gabriel Vásquez, reconocí resumido en dos oraciones:

Este hombre no ha sido siempre este hombre. Este hombre era otro hombre antes.

Antes de mudarse de trabajo Héctor me pidió prestados 300 dólares “para una emergencia.” No se los presté. No porque no tuviese el dinero, sino porque el tamaño del favor, combinado con los datos sospechosos que tenía sobre su pasado, me hicieron desconfiar de él. Héctor nunca hizo nada -más que pedirme ese raro favor- que me hiciera desconfiar de él. Al contrario: a cada rato me daba muestras de su infinita bondad. Pero igual desconfié.

Ahora me arrepiento de no haberlo ayudado porque estoy casi seguro de que me hubiese pagado. También siento que hice lo contrario a lo que he debido hacer para fortalecer la identidad de ese nuevo hombre que, seguramente con mucho esfuerzo, él había logrado superponer al viejo y agresivo borrachín.

¿Y si se muere?

Lunes, 27 de junio de 2011

En un reporte reciente el Instituto Internacional de las Finanzas auguró que la economía de Egipto se contraerá 2,5 por ciento este año.

Y un instituto de estadísticas egipcio calculó las pérdidas de la revolución egipcia en 1700 millones de dólares.

Algunos estiman que la fuga de capitales del país desde el comienzo de la Primavera Árabe asciende a los 30 mil millones de dólares. La inflación está por encima del 12 por ciento; el desempleo ha subido.

En resumen, la economía de Egipto está ahora mucho peor que antes de la revolución.

Como nos recuerda el historiador Niall Ferguson, nada de esto sorprende. Este es el ciclo normal de las revoluciones o los terremotos políticos. La euforia y el optimismo es seguido por la parálisis económica.

Ocurrió después de la revolución francesa en 1789 y después de la rusa en 1917.

Y podría ocurrir en Venezuela si, como dicen algunos rumores, Hugo Chávez tiene una grave enfermedad que acabe sacándolo del juego político.

Es cierto que la economía venezolana ya es un desastre y que, a primera vista, las cosas difícilmente pueden ponerse peor. Pero las cosas siempre pueden ponerse peor.

La muerte de Chávez podría destapar divisiones, odios y pugnas dentro del chavismo que provoquen un deterioro en la gobernabilidad del país, con todo y los actuales niveles de disfunción. La falta de legitimidad del sucesor (¿Jaua? ¿Cabello?) podría radicalizar al régimen y desestabilizar aún más la economía.

Incluso si un opositor toma el poder después de las elecciones, los ajustes que debe efectuar pueden provocar descontento e inestabilidad política.

Este descontento podría ser perversamente reforzado por la nostalgia por Chávez, cuya muerte seguramente llevaría a mucha gente a olvidar sus defectos y mitificar sus virtudes.

La primavera llegaría, pero este invierno de ya casi doce años podría terminar con una tempestad.

Última hora:

  • Estas declaraciones de Adán Chávez son un anticipo de lo que podría venir. H/T: Miguel Octavio.

Periodista

Domingo, 26 de junio de 2011

Autora: Mirtha Rivero.

Hace algunos meses, en Caracas, una reportera de televisión buscó mi opinión sobre el ejercicio del periodismo en Venezuela. Quería saber qué pensaba de los juicios que le habían abierto a varios periodistas; qué, de las presiones, persecuciones, intimidaciones, ataques verbales –a veces físicos-; qué opinaba de la información manipulada, de los obstáculos que se levantan para dificultar el trabajo en algunas fuentes, y la prohibición a la cobertura de ciertos actos. Me preguntaba si no veía una diferencia entre los tiempos en que yo trabajaba en un diario –hace casi veinte años- y los actuales, porque, a su juicio, cada vez era –es- más difícil y riesgoso nuestro oficio.

Sin querer meterme a comparar tiempos porque –le dije- cada época tiene su reto, le conté un episodio que había sacudido a México; fue el asesinato, por parte del narcotráfico, de un reportero gráfico en el norteño estado de Chihuahua. El crimen ocurrió en septiembre de 2010, y era el segundo que en un lapso de dos años afectaba directamente a la redacción de El Diario, de Ciudad Juárez.

Dos días después del asesinato, cuando todavía trataban de sobreponerse al dolor, el periódico abrió a todo lo que daba su primera plana con un editorial –un grito de impotencia- cuyo título era una interrogante: ¿Qué quieren de nosotros?, le preguntaban a los narcos. Estaban dolidos por la muerte del fotógrafo Luis Carlos Santiago, y por la del periodista Armando Rodríguez –también acribillado- ocurrida en noviembre de 2008. Y, de seguro, lloraban las bajas de otros más, porque Juárez, dicho sea, es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo: en nueve años más de diez periodistas han caído, víctimas de atentados.

En su editorial, El Diario señalaba: “somos comunicadores no adivinos,” y preguntaban directamente a los asesinos qué querían que se publicara o dejara de publicar; necesitaban saber a qué atenerse. El artículo generó distintas reacciones; hubo quienes, horrorizados, le pidieron cuentas al gobierno porque en su guerra contra la delincuencia organizada se olvidaba de proteger a los civiles, pero hubo los que, desde la trinchera periodística, llamaron la atención: no se podía capitular ante la delincuencia –alertaron-, el periodista –aun con riesgos- tiene que hacer su trabajo y no se le podía pedir línea a los malandros.

Con esa historia le respondí a mi compatriota. Por encima de los obstáculos y del miedo, hay que seguir haciendo lo que sabemos hacer con las herramientas que contamos y de la mejor manera posible. No queda otro camino que ejercer la profesión que escogimos. No podemos rendirnos.

Cuando conté ese cuento no sabía lo que hoy sé sobre los periodistas que siguen trabajando en El Diario de Juárez. Del equipo de dieciséis personas que integra la redacción, diez son mujeres y son ellas las que se encargan de las fuentes más duras: sucesos y política. Algunas no firman sus notas, pero eso no significa que no sigan informando, que no sigan señalando con nombre y apellidos a los delincuentes, sean corruptos o narcotraficantes:

-Aquí, nosotros hemos publicado los nombres de todos –especificó una reportera juarense a la revista Milenio Semanal-. No nos hemos quedado callados… aquí no hay silencio.

Hace más de medio siglo ya lo dejó bien claro Carlos Fuentes en su novela La región más transparente…

“…Hay cuatro profesiones que nunca se pueden abandonar: diplomático, periodista, cómico y puta.”

Cortesía del suplemento Día D de 2001.