Martes, 1 de diciembre de 2009
Hace una semana Marco Aurelio García, el poderoso asesor de Lula, expresó “frustración y desilusión” por la política de Estados Unidos en Honduras: “Todos los sentimientos positivos creados después de la elección de Obama, y que fueron fortalecidos en la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, han comenzado a desintegrarse un poco, porque Estados Unidos está avalando un golpe; reconociendo a un gobierno que ha utilizado herramientas extremadamente ilegales y violentas.”
Ayer lunes Lula hizo la misma crítica a Estados Unidos, aunque está vez por implicación: “Brasil mantiene su posición [de no reconocer las elecciones en Honduras] porque no es posible aceptar un golpe.” Para el gobierno brasileño –y para una buena parte de los comentadores y los expertos en América Latina de Estados Unidos (ver reportaje de The New Yorker)- no existen los términos medios: es simplemente imposible condenar el golpe de Estado y al mismo tiempo ver las elecciones como una salida a una crisis compleja y multifacética. Aquí no hay debate viable ni mucho menos una simple divergencia en opiniones. El imperio una vez más actúa sin escuchar a nadie y se pone del lado de los militares golpistas. More of the same. Obama=Bush.
Lo irónico es que, casi simultáneamente a las declaraciones de Marco Aurelio, este gran luchador por la democracia que es Lula da Silva recibía en su país al presidente iraní, firmaba acuerdos con él y instaba a la comunidad internacional a no aislar a Irán. Mientras hacía aspavientos de indignación por la decisión de Estados Unidos de reconocer las elecciones en Honduras, el popular brasileño se abrazaba con un líder que es sin lugar a dudas más ilegítimo que el recién electo presidente de Honduras, Porfirio Lobo.
No exagero al decir que sería mucho menos grave que hace un mes Obama hubiese recibido con abrazos a Micheletti en la Casa Blanca y firmado con el gobierno de facto una decena de acuerdos de cooperación sin mencionar el golpe. Pero en ese caso, por supuesto, las voces que ahora no se escuchan criticando a Brasil hubiesen tronado -justificadamente- contra Washington.
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PD: Hace tres meses critiqué fuertemente a la administración Obama por asomar la posibilidad de que podrían no reconocer las elecciones del 29 de noviembre. En el momento reconocí que el mensaje de Obama era ambigüo y que claramente dejaba las puertas abiertas para un eventual reconocimiento del proceso electoral. Pero argumenté que esa lograda ambigüedad se perdía en los titulares de prensa. El tiempo me dio la razón. La ambigüedad se perdió entonces, cuando los periódicos informaron “Estados Unidos no reconocerá las elecciones.” Y se perdió ahora, que los periódicos señalan “Estados Unidos revierte posición inicial sobre la legitimidad de las elecciones.” No importa cuánto insista la administración en que su posición no ha cambiado, la percepción es distinta. ¿Qué han debido hacer entonces? Lo que está haciendo ahora Arturo Valenzuela, cuando le preguntan si Estados Unidos retirará su apoyo al nuevo gobierno en el caso de que el Congreso de Honduras no vote sobre la restitución de Zelaya (un punto importante del acuerdo de Tegucigalpa). Simplemente decir: “No vamos a entrar en especulaciones.” Punto. Así se dejan las puertas abiertas para tomar una decisión inteligente, considerando las circunstancias del momento.
Última hora: Un reporte de prensa informa que Lula ha abandonado ya la XIX Cumbre Iberoamericana y lo ha hecho asegurando que no reconocerá las elecciones en Honduras. Respondiendo a unas declaraciones de Oscar Arias lamentando la “doble moral” de algunos mandatarios que han reconocido las elecciones en Irán y Afganistán y ahora no quieren reconocer las elecciones en el país centroamericano, el mandatario brasileño dijo que “no se puede comparar” Honduras con Irán puesto que en este último país el presidente “obtuvo el 62% de los votos” y los comicios se celebraron en el marco de lo que rige la Constitución.
Sólo hay dos maneras de interpretar este comentario. O Lula es hipócrita y cínico, o tremendamente ignorante sobre lo ocurrido en Irán. Considerando que Brasil es la octava economía del mundo, los dos escenarios son lamentables.
Textos relacionados del autor:
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- Lula, Bachelet y Cuba.
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