Viernes, 30 de octubre de 2009
En su libro Los secretos de la valija, el periodista argentino Hugo Alconada Mon relata la historia secreta de la campaña internacional de Hugo Chávez para ganar en 2006 uno de los nueve escaños rotativos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Alconada cuenta que cuatro grupos viajaron a diferentes regiones del mundo ofreciendo ayudas millonarias a cambios de votos y que el costo de estos viajes -que ascendió a más de 600 mil dólares- fue cubierto por dos empresarios con vínculos cercanos al gobierno, los entonces desconocidos -pero ahora famosos- Franklin Durán y Carlos Kauffman.
¿Por qué al gobierno le interesaba que los dos empresarios pagaran los viajes? Alconada ofrece la siguiente explicación:
Desde el gobierno bolivariano, recurrir a empresarios para tareas del Estados resultaba ventajoso. Para empezar, le permitía mantener todo el asunto fuera de la lupa pública.
Si algo salía mal, además, era más difícil probar la mano chavista; y si todo salía bien, el operativo se pagaba sin controles de auditoría, lo que a su vez facilitaba algún negociado. Y, por último, pero quizá lo más relevante de todo, la orden se cumplía mucho más rápido.
Desde la perspectiva del empresariado, el pedido también reportaba múltiples beneficios: acceso a funcionarios del alto nivel, pago y cobro de favores millonarios, y por encima de todo, poder.
Alconada cuenta que, cuando Venezuela salió derrotada en la ONU, los dos empresarios llegaron rápidamente a la misma conclusión: el gobierno no les reembolsaría el dinero de los viajes. “Debían pagarnos pero nunca lo hicieron. Así que lo tomamos como una contribución,” diría Kauffman dos años después.
¿Qué quiere decir con “contribución”? Pues que los negocios de los dos empresarios con el gobierno eran tan jugosos que perder medio millón de dólares no era muy grave. Que, frente a la posibilidad de futuros negocios con el gobierno, podían darse el lujo de ver ese dinero como un pequeño aporte (y asi no amargarse). Por supuesto, para un boliburgués con cien, doscientos o trescientos millones de dólares en el banco esta historia no es impactante. Pero para el resto de nosotros sí lo es.