Martes, 29 de julio de 2008
Quien lleve una lista de los muchos incidentes tragicómicos de la era de Chávez en Venezuela, debería incluir el regaño que lanzó hace poco el presidente al partido Comunista por haber convocado una marcha de protesta a la visita al país del presidente de Colombia. En un mitin en Maracay, Chávez dijo que él mismo había invitado a Uribe y recordó que los comunistas, por haberse aliado con el ex presidente Rafael Caldera, no habían protestado contra la visita a Venezuela que hizo Bill Clinton en los noventa. Dijo también que su gobierno está obligado a “entenderse con el gobierno de Colombia” y que él es un jefe de Estado y “como tal debe actuar.”
La comicidad del incidente reside, claro, en el hecho de que, después de la retahíla de insultos de jefe de Estado que Chávez ha dirigido a Uribe desde que se peleó con él en noviembre – “genocida,” “paramilitar,” “líder de una mafia,” “mentiroso,” “criminal” son sólo algunos de ellos–, resulta gracioso escuchar al presidente regañando al partido Comunista por planificar una modesta protesta contra la visita de Uribe. Si algo se puede decir del plan de los comunistas, es que era consecuente con sus creencias, en total sintonía con el discurso oficial. Después de todo, si uno se toma en serio las palabras de Chávez, y suscribe lo que han dicho diputados, ministros y medios oficiales sobre Uribe en los últimos meses, ¿no es una manifestación contra la visita de este “líder mafioso” lo mínimo que uno puede hacer para resguardar la dignidad de la patria?