Lunes, 19 de noviembre de 2007
Muy de vez en cuando me cruzó con un personaje en un libro o una película que me hace envidiar a su creador, en el sentido de que siento que a mí me hubiese gustado inventar a un personaje así. Esto no tiene que ver sólo con la habilidad del autor para tallar un personaje, sino también con la mezcla de experiencias, gustos, pasiones, debilidades, a través de las cuales filtro mis lecturas. Me pasó hace como quince años con el Coronel Moori Koenig de Tomás Eloy Martínez y el Eudomar Santos de Ibsen Martínez; me pasó más recientemente con el Koke de Vargas Llosa y el Ira Ringold de Philip Roth, y me pasó, entre los clásicos, con Gusev y Don Quijote. En el cine me pasó con Ed Wood, el protagonista de una película de Tim Burton (Ed Wood, 1994) que yo, que no suelo ver películas más de una vez, he visto ya al menos unas cuatro veces.
Por sí sola, la idea central de Ed Wood es bastante atractiva. Wood –personaje basado en un cineasta de los años 50– es un joven director de cine con una genuina vocación de artista. Su ambición principal es hacer grandes obras y todas sus energías las enfoca con determinación en esta labor. El problema es que no tiene un ápice de talento. Sus películas, que tienen títulos como Plan 9 From Outer Space y Bride of the Monster, son novatadas risibles que siempre, inevitablemente, terminan siendo fracasos artísticos y comerciales.